lunes, 20 de febrero de 2017

Podemos, en eso de movilizar, ¿podemos o no podemos?



Ayer participé en Zaragoza en la concentración convocada por los sindicatos. Motivos para la convocatoria los había. Y los habrá con toda seguridad durante mucho tiempo. Son muchos los problemas enquistados, sin resolver, que soportan las gentes de nuestro país, y mucho más, como bien decían ayer los intervinientes en el acto, los que sufren los colectivos más vulnerables de jóvenes, mujeres e inmigrantes.

Las soluciones no llegan, el gobierno sigue en la suya de que lo están haciendo muy bien y nada hay que rectificar. El IPC sube, la carestía de la vida es evidente tanto en la cesta de la compra como otros aspectos no menos importantes como la luz y el gas. Los sindicatos se quejan, con razón, de cómo actúa el gobierno y también de los empresarios, “se ponen de perfil”, decía en su discurso uno de los líderes sindicales, ante la necesidad  de incrementar los salarios para recuperar la pérdida de los últimos años y compensar la subida del coste de la vida.

La necesidad de que la sociedad se movilice a la vista está. El esfuerzo que en ello están poniendo los sindicatos, hay que reconocérselo. Pero la realidad es que el movimiento sindical no está pasando por sus mejores momentos. “Maniatados por la reforma laboral” se quejaba otro líder sindical, para intentar explicar el poco fuelle de los sindicatos en los últimos tiempos. La concentración fue escasa de participación, nada que ver con la multitudinaria presencia que convocaban en las calles hace unos años.  Pero esto se intentaba compensar  con las actitudes militantes de los centenares de asistentes, así como los entusiastas discursos de los intervinientes, que demostraban ser inaccesibles al desánimo.

El acompañamiento político de las izquierdas locales tampoco fue para tirar cohetes. La más digna, numéricamente hablando, fue la de IZQUIERDA UNIDA, siempre presentes en las movilizaciones sindicales y cuyos distintos cabeza de lista para su próximo congreso  andaban fotografiándose sonrientes juntos y con otros cuadros del partido, cual si no pasara nada.  Nadie relevante de un PSOE en horas bajas y que había apoyado la concentración. Escasa presencia de caras conocidas de CHUNTA que también apoyaba.

Y PODEMOS, ¡ay  Podemos! Ausencia total. No apoyaron la concentración, a pesar de que en Vistalegre2  ganó la opción más partidaria de la movilización social. Parece que, al menos en Aragón, en lo que he podido comprobar hasta a la fecha, el partido de Echenique se encuentra más cómodo en las movilizaciones, la más de las veces testimoniales, que convocan otras fuerzas sindicales muy minoritarias.  Tendrán que hacérselo mirar, porque CCOO y UGT, a pesar de la dura carrera de obstáculos a la que se ven sometidos, siguen moviendo algunos miles de incansables militantes, y además una buena parte de los ellos, con toda seguridad, son votantes, por ahora, suyos.

Creo que desde los ámbitos demócratas de este país, no se puede contribuir a poner más plomo en las alas de los sindicatos que la pintan de verdad en el mundo del trabajo. Y creo que hay que felicitar a UGT y CCOO por su esfuerzo movilizador y animarles  a que sigan en la faena. Yo desde luego, satisfecho estoy  de pagar cada recibo trimestral de la cuota de CCOO

miércoles, 8 de febrero de 2017

Podemos. Acierto y suerte.



En puertas de Vistalegre 2, no comparto la alegría más o menos contenida con la que parte de la izquierda acoge el cristo que parece tienen montado los de Podemos. El fenómeno Podemos trasciende, y mucho, a sus propios diseñadores y creadores. Para millones de personas este partido ha supuesto la esperanza de que las cosas puedan empezar  a cambiar en nuestro país, saliendo del callejón sin salida de un bipartidismo en el que gobierno y oposición, sea cual fuere el partido que ocupara  un lugar u otro, tendían a parecerse cada vez más en sus políticas, aún escudados en marcas comerciales diferentes. Podemos significó la esperanza de que los márgenes de “lo posible” podían ser realmente superados sumando voluntades, pasando de etiquetas, en torno a lo que hacer y no en torno a lo que parecer. Podemos ha sido un instrumento de canalización política para muchas gentes decepcionadas de los partidos que hasta hace poco dominaban el escenario político, hasta el gorro de corrupción, con una percepción nada positiva de todo el entramado institucional y desapegadas del mundo de la política en general, que observaban como algo totalmente ajeno a ellas. Podemos, seguramente muy por encima de su propia voluntad fundadora, ha impulsado cambios en las formas de hacer política, a los que con mayor a menor convicción,  con mayor o menor fortuna, con más o menos intensidad, se han tenido que acoger el resto de partidos políticos.  El éxito de Podemos no se puede entender sin los graves errores de los demás partidos y sin las ganas de cambio de una importante parte de la población.
Me temo que el estancamiento, o peor aún el fracaso, del proyecto de Podemos, no llevaría al resurgimiento de un  Psoe instalado en su papel de la alternativa de los matices. Ni a un  resurgir relevante de la izquierda pura y dura encarnada en IU. Tampoco, en Aragón, al crecimiento del nacionalismo de izquierdas representado por CHA, muy lastrado porque las preocupaciones de la gente se centran más en la situación socio-económica y en como les afecta en su vida cotidiana, que en debates de carácter  identitario. Todos estos espacios van a seguir existiendo, pero no levantan entusiasmos van a experimentar un crecimiento significativo    
No, el espectáculo desatado por la confrontación previa a Vistalegre 2 no debería ser motivo de gozo para el resto de la izquierda. Más bien debería ser objeto de preocupación y de sinceros deseos de que en este congreso las personas adscritas a Podemos y sus dirigentes, demuestren capacidad de síntesis en las políticas a aprobar, de aceptación  unánime de lo que mayoritariamente decidan, de escrupuloso respeto a la pluralidad y de integración en la conformación de los equipos de dirección. Me da la impresión de que tan solo así van a ser capaz de mantenerse un proyecto amplio,  con vocación de crecer más y capacidad transformadora real.
 Los grandes problemas de las gentes no se han solucionado. Las necesidades de cambiar las cosas en este país, siguen ahí. Los líderes de Podemos tienen una enorme responsabilidad para que ese  proyecto, que ya no les pertenece solo a ellos, no se vaya  la vertedero, no pierda ni uno solo de sus efectivos, sino que siga creciendo en adhesiones y en madurez política. 

Desde fuera solo nos queda pedirles prudencia y generosidad. Y desearles suerte. 

martes, 17 de mayo de 2016

No estuve en el 15M.

24 Septiembre 2011. Asamblea de Vistalegre en Madrid. 

A cinco años de la eclosión social que supuso el movimiento de los indignados, tengo que confesarlo; yo no estuve ahí. He estado en otros muchos sitios, pero no ahí. 
 Se habla de esa fecha, con razón,  como un punto de inflexión a partir del cual muchas cosas empezaron a cambiar en España. Lo cierto es que las cosas han transcurrido a enorme velocidad desde que en 2008 se evidenciara con crudeza una situación de crisis económica, que ya enseñaba las orejas en 2007 y que además de desencadenar consecuencias muy duras para la población, está siendo utilizada como una oportunidad magnífica para introducir cambios en el modelo económico y social europeo, llevándolo bruscamente a otro con menos derechos laborales y protección social.
 En 2007 la tasa de desempleo era del 8,26%, y en el año  2010 alcanzó el 20,01%. Millones de personas fueron expulsadas de sus puestos de trabajo y viéndose con  dificultades para reengancharse al mundo laboral. En ese mismo período de tiempo los parados de larga duración pasan de ser en torno al 20% en a superar el 42% del total. Son muchas las personas que viven la desazón de quedarse sin la fuente del sustento de cada día y además  la desesperación de ver como pasan los meses, consumiendo prestaciones por desempleo y sin encontrar un trabajo. Y por añadidura empezando a intuir que la precariedad se estaba incorporando a sus vidas laborales con vocación de quedarse. Esto azota más a los más jóvenes. Los menos cualificados, que habían abandonado el sistema escolar ante la llamada de un empleo relativamente fácil en el sector servicios o en la construcción,  fueron de los primeros en sufrir las consecuencias. Pero los más cualificados, con más formación, vieron como sus expectativas de dedicarse profesionalmente a aquello para lo que se habían preparado durante largos años, se frustraban. Toda esta inseguridad e incertidumbres, lo más jóvenes es más que probable que no la vieran recogida ni por gobiernos, ni por los partidos existentes ni por los sindicatos.
Hay que recordar que en 2008, el PSOE con Zapatero al frente, ganó las elecciones con más de 11 millones de votos, superando el resultado de las anteriores.
Pero ganar no lo era todo. El desempleo crecía.  El déficit y la deuda pública no dejaban de aumentar. Pero en una perspectiva de recuperación económica a corto plazo, eso no parecía preocupar a demasiado Zapatero.
 En Mayo de 2010, la Unión Europea reorienta drásticamente las políticas económicas hacia la austeridad, tal vez valorando que la recesión estaba ya superada. Zapatero se sumó a la austeridad, aplicando recortes en el sector público, poniendo en marcha una reforma laboral regresiva y amenazando con una drástica reducción en las pensiones. El 29 de Septiembre de ese mismo año llega la respuesta sindical en forma de Huelga General; los datos sobre el alcance de la misma son variables, dependen de las fuentes. La huelga vino precedida de una intensa actividad sindical en las empresas, que supuso un desgaste para el PSOE, que ya empezaba a visualizarse como un partido de recortes.   Los paros fueron importantes en algunos sectores industriales y de servicios  y aunque no se trasmitió la sensación de paralización del país, la jornada culminó en multitudinarias manifestaciones sumaron millones de personas en decenas de ciudades.  Huelguistas o no, parados, jubilados, amas de casa… se lanzaron a las calles aquel 29S en una muestra inequívoca de profundo malestar con las políticas del gobierno PSOE. Se palpaba la indignación que las políticas de la Unión Europea y su seguidismo por parte del gobierno de Zapatero estaban generando
La huelga general y sus movilizaciones no se tradujeron en una rectificación de las políticas del gobierno. Las conversaciones posteriores de los sindicatos con el gobierno, consiguieron matizar las pretensiones de este último de reducir las pensiones alargando la edad de jubilación  hasta los 67 años. Las personas con más años de cotización, las más mayores, las que constituyen la mayor base social de los sindicatos,  seguirían jubilándose a los 65 años y se abrían las puertas a jubilaciones anticipadas a los 61 y 63 años. Pero para eso, los sindicatos tuvieron que retratarse firmando un acuerdo que, en  su valoración global, suponía lanzarle al sistema de pensiones un buen bocado a corto plazo y generando una sensación de desamparo a largo plazo entre los trabajadores jóvenes.  En ese contexto les resultó muy difícil a los sindicatos explicar las bondades de su gestión del mal menor así como un coste en imagen y en capacidad de convocatoria movilizadora. El paso por la gatera de ese acuerdo, aún consiguiendo parar algunas de las  pretensiones del gobierno, hizo que los sindicatos perdieran mucho pelo.
La sociedad seguía viva y la indignación creciente. La crisis ya no era solo económica. La decepción, el desapego, el cabreo,  que ya se había estado cocinando desde hace tiempo, a fuego lento, en la olla de presión, se aceleró.
Mucha gente empezó a cuestionar la utilidad de las instituciones democráticas hasta ese momento existentes para encauzar sus inquietudes, sus incertidumbres, su necesidad de que cambiara el rumbo de las cosas. La dureza de las políticas y la evidencia de una corrupción muy extendida, hacía que todo lo institucionalmente existente se percibiera, no solo como inútil para aportar soluciones, sino además como parte del problema. Mucho más allá del mayor o menor grado de espontaneidad en la organización de las movilizaciones del 15M, lo cierto es que el eco que encontraron en muchos sectores de la población, entre otros los jóvenes, fue sorprendente para algunos.  Pero el “no nos representan” no era un lema involucionista que cuestionara la democracia en si, sino que señalaba las insuficiencias de la democracia “representativa” y clamaba por ensanchar los cauces de participación.
Las acampadas, manifestaciones, cercos al Congreso y Parlamentos autonómicos, escarches y otras nuevas formas de protestas, generaban preocupación… Pero era hermoso ver como multitudes de jóvenes abandonaban su ensimismamiento para sumarse a la protesta colectiva, empujando con ilusión para que las cosas cambiaran, para que otro mundo fuera posible.
Yo no participé en el 15M, aunque me considero partícipe de un  movimiento de indignados, mucho más amplio y plural, con origen muchísimo anterior a esa emblemática fecha y, junto a otras muchas personas, activista en el día a día en contra de las políticas con las que castigan a las clases populares y a favor de cambio drástico de la situación. Un nuevo mundo se puede estar gestando. Si nace, no será en parto fácil. Y creo que necesario un reconocimiento mutuo entre las gentes luchadoras del 15M y otras muchas que durante muchos años no dejaron de estar en la pelea y en ella siguen, aún soportando ese injusto calificativo de viejuno que algunos pretenden asimilar a una cuestión meramente de edad.  La buena noticia es que algo de eso ya está pasando.
Que conste, no estuve en el 15 M. Pero fue una magnífica movida que está trayendo consecuencias positivas.

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jueves, 12 de mayo de 2016

La encrucijada de CHA.



La confluencia de la izquierda en Aragón no ha sido culminada con éxito en toda su extensión. La incorporación de Chunta Aragonesista no se ha producido y así queda fuera de la suma de la apuesta por el cambio  una parte importante del mapa político, aquella que se vincula a un sentimiento nacionalista aragonés, o simplemente aragonesista,  con un perfil claramente de izquierdas.  Incluir Aragón  en el paquete de una  negociación de marcado carácter centralista (no en todas partes ha sido así), no ha favorecido un resultado más amplio. Podemos no ha demostrado altura de miras al no tener en cuenta a CHA, mucho más cuando esa sensibilidad con partidos similares en otras comunidades autónomas le ha reportado buenos réditos electorales y potentes alianzas para el futuro. Parece que IU ha sido poco  sensible y solidaria con un partido con el que hace muy poco compartían grupo en el parlamento español y  con los que se se coaligaron en Unidad Popular en Aragón, para las pasadas elecciones de Diciembre.  Compartieron campaña electoral, tejiendo complicidades y buen rollo personal. Al menos esa percepción se tenía desde fuera.  Por eso asombra la enorme fragilidad del compromiso conjunto y se ha echado en falta una actitud más activa por parte de los de Izquierda Unida, para incorporar, si o si, a sus hasta hace bien poco socios.
No se sabe si ha sido la propia dirección de CHA quien no actuado con la suficiente agilidad para evitar quedarse al margen,  no han estado interesados en la confluencia, o no han sido considerados una fuerza relevante por los confluyentes… o ha sucedido un poco de todo. Cualquiera de estas hipótesis nos señalarían serios, indeseables e innecesarios errores de fondo. 
No son tiempos fáciles para ningún partido viejo partido de la izquierda, si en este saco de lo viejuno metemos (seguramente de forma injusta ) a  todo lo existente antes de las movilizaciones sociales a partir del15M.
No son fáciles para el PSOE, que ve amenazada su posición de hermano mayor de entre los zurdos, hipótesis que de confirmarse pondría llegar a cuestionar la propia viabilidad de un proyecto socialista que, se mire por donde se mire sigue siendo necesario para aglutinar en clave progresista a sectores  difícilmente encuadrables más a la izquierda. 
No  lo son para una izquierda IU que partiendo de la soberbia de la exclusividad en los certificados de pureza izquierdista, ha ido cayendo, a regañadientes de algunos sectores y con la complacencia y complicidad de otros,  en la órbita de Podemos, pidiéndole relaciones prematrimoniales  mientras parte de su militancia le lanzaba despechada todo tipo de descalificaciones.
Ni es fácil para CHA, porque su alma nacionalista va perdiendo sentido entre la base electoral que ha llegado a sumar, que prioriza la mejora económica, laboral  y social,  al ondear de las banderas.  
La Chunta tendrá que decidir si va sola a las elecciones de Junio o no se presenta. Ambas opciones tienen riesgos de gran calibre.
Presentarse a las elecciones es afrontar una campaña en la que se sabe imposible obtener acta para el parlamento. Y esto puede traducirse en una deriva de una buena porción de votos chunteros hacia otras opciones, con casi  toda seguridad a la coalición Podemos-IU. Pero los votos que se retengan pueden hacer mucho daño en la obtención de escaños por la disputa de los restos,  para la coalición de la izquierda así como para el PSOE. Que un partido que participa del gobierno de Aragón, con una gestión mucho más que aceptable,  sume los votos de una fuerza marginal, no le sitúa bien de cara el futuro y, además, puede abrir heridas internas.
No participar en las elecciones y quedarse al margen de la campaña, puede hacer perder pie a los aragonesistas en el debate electoral en el transcurrir de unos tiempos políticamente muy intensos. Sus votos, mayoritariamente, es probable que fueran a la convergencia de izquierda salvo  los de los círculos más cercanos que pueden perderse en la abstención. No se sabe en que medida y como puede influir esto en el reparto de escaños para el resto de fuerzas. Existe la posibilidad de que Chunta no se presente, pero oriente al voto hacia una u otra fuerza política… pero tal ejercicio de generosidad gratuita no parece muy posible.
Cualquier opción es complicada. Y el momento no parece muy propicio para una fuerza que, bajo mi punto de vista, ha sabido combinar razonablemente el aragonesismo, la cercanía y el compromiso con el territorio y sus gentes, con postulados nítidamente de izquierda. Un partido que ha sabido estar alejado tanto del posibilismo y la asimilación del sistema en la que ha navegado el PSOE, como del dogmatismo y estrechez en las que a menudo se ha movido IU. 
Recuerdo cuando, hace algunos años,  las gentes desencantadas de IU en otros lares, pero que seguían sufriendo de urticaria tan solo de pensar en  la hipótesis de votar al PSOE, envidiaban la posibilidad de votar a un partido como Chunta. Si, la CHA ha sido un refugio para muchos votantes de izquierda, que, no siendo nacionalistas, simpatizaban con la cercanía y la forma de hacer de gente que aman a su tierra, trasmiten compromiso social, valores de izquierda y además parecen honrados.

No, no son tiempos fáciles. Porque además tendrán que acometer un debate sobre su adaptación a los nuevos tiempos. Tendrá que decidir si la travesía en el desierto la realizan reforzando su perfil identitario y nacionalista o, si por el contrario lo suavizan mientras agudizan su perfil socialista de izquierdas, en la búsqueda de ampliar su espectro.  
Cabe desearles acierto en sus decisiones, esperar a que sean estas las que fueren no les produzcan demasiados desgarramientos internos que solo servirían para dejarlos en un coma político del que sería muy difícil recuperarse. La desaparición de CHA, o su reducción a una minoría sectarizada e irrelevante,  sería una pérdida para Aragón y para las gentes de la izquierda, incluso para aquellas que no somos nacionalistas. 
Suerte amigos. 

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Nada va a seguir siendo igual en la configuración del mapa político español. Los viejos partidos del bipartidismo van perdiendo fuelle. Y lo peor es que no parecen muy dispuestos a la autocrítica, al análisis de los errores cometidos y a corregir mirando más a la gente de la calle. Una buena parte de la población ya no traga con los argumentos de lo políticamente correcto, lo políticamente posible, lo necesario de los sacrificios (para algunos), etc.
 La gente  a lo que aspira mayoritariamente, es a cosas  tan sencillas y pragmáticas,  como tener un trabajo con el que poder vivir razonablemente bien, sin agobios y sin tener que aguantar arbitrariedades de sus jefes, poder disfrutar de  un estado de bienestar que garantice la salud, la enseñanza y una protección social suficiente para cuando vengan mal dadas. Quiere que se despejen muchas incertidumbres de futuro para ellos y sus hijos. Desea la certeza de que sus impuestos, los que salen dolorosamente de sus bolsillos y que no son pocos para la gente de a pié, sean gestionados con eficiencia y que no se vayan a calderadas por los muchos sumideros de la corrupción. Les gustaría que la ley del embudo, lo ancho para unos y lo estrechos para otros,  se cambiara o al menos que se matizara algo.
Hay mucha gente cabreada, con aspiraciones nada revolucionarias, muy razonables, y que siente que la política tal y como hasta ahora se venía desarrollando, es incapaz de cubrir aspiraciones tan modestas y realizables.
 Y mira por donde, hemos tenido la suerte, la enorme suerte, de que el cabreo y frustración que se ha generado, ha encontrado cauces en propuestas políticas nuevas que todavía mantienen vivas ciertas expectativas. La apertura de nuevos canales democráticos por los que circulen las aspiraciones populares, que en caso de no existir, podrían discurrir hacia la abstención o, peor, a opciones autoritarias cuando no puramente fascistas, no debería generar malestar a los demócratas.
 El Partido Popular y el PSOE, en lugar de mosquearse tanto y cargar despiadadamente sobre sus nuevos competidores, deberían asomarse al espejo con una mirada crítica,   y plantearse acometer cambios profundos en sus propuestas y en su forma de hacer… si son capaces y están a tiempo de hacerlo.
La convergencia de Podemos e IU puede generar un revulsivo ilusionante, puede consolidar voto, arrancar participación desde la abstención, y atraer votantes decepcionados de otras opciones, o que simplemente están ya hasta el gorro y quieren impulsar más velocidad al cambio. Si eso sucede, la convergencia no debería olvidar que las razones para apoyarles pueden ser tantas y tan variadas como votantes consigan sumar… y que en gran medida pueden ser votos prestados, diversos e incluso contradictorios en su motivación,  que deberán cuidar y no defraudar.
Por otra parte el PSOE se encuentra en una encrucijada difícil; se encuentra en el riesgo cierto de ser sobrepasado por la nueva alianza de las izquierdas. Si esto es así las posibilidades de una caída en picado, que empeore todavía más la situación, son altas. Esperemos que no se sumen a la vieja consigna, hace tiempo en desuso,  del fantasma del comunismo, ahora resucitada por la vieja y nueva derecha.  La cagarían. Porque los tiempos también están cambiando en eso. Solo algunos pocos fanáticos pueden percibir al “comunismo” como una amenaza real para sus existencias e intereses.

 Ojo, atención, el político más valorado de este país, el joven Garzón, no esconde su condición de comunista… es más la exhibe con orgullo. Y eso, a mi, no me parece mal, entre otras cosas por significar un mayor grado de madurez democrática.

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miércoles, 27 de abril de 2016

¿Nuevas elecciones?. Pues a ellas y sin dramatizar.

La mayoría de los españoles no quieren nuevas elecciones, según una encuesta


No ha habido acuerdo para configurar gobierno. Habrá que ir a nuevas elecciones. Pero no debería hacer de ello un drama. La situación política que se ha generado en nuestro país es compleja; a las viejas pero todavía vigentes dos españas, se les ha añadido el cabreo de la población por la corrupción y mala gestión de la crisis, la percepción mucho paro y pobreza en el presente y negros nubarrones para el futuro, el agotamiento del modelo surgido de en la transición que alumbró la constitución del 78, el ímpetu de los aires nacionalistas en Cataluña… Las elecciones del 20 de Diciembre del año pasado,  supusieron un revolcón importante al bipartidismo imperfecto en que vivíamos, pero no cuestionaron de forma definitiva a los protagonistas del mismo durante décadas. Las nuevas fuerzas políticas emergieron, pero  no con el ímpetu suficiente para desbancar claramente a las viejas, que continúan siendo mayoritarias. Sin embargo si que se evidenció la voluntad de la gente para cambiar la situación, dejando al Partido Popular como el más votado,  pero muy tocado y  sin margen de maniobra para liderar un gobierno. Dicho en plata, desde esa perspectiva el PP perdió las elecciones sufriendo un varapalo y el Psoe quedó muy tocado con los peores resultados de su historia. Lo nuevo, Podemos y Ciudadanos nacían con fuerza en parlamento, pero lo viejo, PSOE y PP quedaban muy lejos de la muerte. 
Había números para la configuración de una mayoría de izquierdas, que desarrollaran muchas de las propuestas que, con alto grado de coincidencia,  figuraban en sus programas electorales, contando con la abstención de los nacionalistas que no parecía entrañar demasiados problemas ni requerir de concesiones inasumibles. Pero las líneas rojas impuestas por el Comité Federal del PSOE llevaban a Pedro Sanchez a la configuración de un puzzle prácticamente imposible, porque del tablero le quitaban algunas de las piezas imprescindibles. 
 En este panorama complicado, las fuerzas políticas han estado haciendo propuestas para la configuración de gobierno, cada cual bajo sus intereses presentes y de futuro, aunque alegando el interés general del país, pero sin perder de vista lo difícil que se presentaba la tarea, así como las altas probabilidades de que fuera necesario repetir las elecciones. Esto convierte una buena parte de la escinificación de las negociaciones,  en un teatrillo, en el que cada cual trata de legitimarse ante sus votantes, para no perder plumas. Y de paso intentar pescar lo máximo posible entre los votantes de los demás. Nada que no haya sucedido antes, aunque en escenarios diferentes. Así el mayor esfuerzo del PP ha ido dirigido en un primer momento contra Ciudadanos y posteriormente con fuerza contra PSOE, reivindicando la gran coalición liderada por Rajoy. Los de Ciudadanos han cargado prioritariamente contra el PP, exigiéndolo sacrificios que sabían eran inasumibles por ese partido; mientras Rivera renegaba de cualquier acuerdo, más allá del contenido, que diera carteras de gobierno a Podemos.  Sanchez haciendo encaje de bolillos, emparedado entre la posibilidad de ser investido presidente y el riesgo de recibir un enorme sopapo desde los poderes fácticos de su partido. Abandonar la reunión con los partidos de la izquierda, para pactar un documento cerrado con Ciudadanos, en el que se desmantelaba  una buena parte de las propuestas programáticas de los socialistas estuvo, cuando menos muy feo, pero no parece que fuera una jugada inocente ni improvisada, sino un intento de poner contra las cuerdas a la izquierda, situándola ante la tesitura de optar por apoyar “por el morro” la investidura de Sánchez o cargar con la responsabilidad de que no se articulara una alternativa de gobierno a Rajoy de forma rápida. Los dardos del PSOE van dirigidos fundamentalmente a Podemos con quien se disputa en una franja del electorado socialdemócrata.  Iglesias inició con fuerza el proceso, con un alarde de torpeza y soberbia, que sirvió en bandeja la justificación  de un veto desde el ala más “liberal” del Psoe, barones y compañía. Podemos entró de lleno en el juego de los vetos, en este caso contra Ciudadanos, negando cualquier posibilidad de acuerdo en el que este partido pudiera estar, sin proyectar a la sociedad que podían  explorar las posibilidades, basándose en las propuestas programáticas y no en la contraposición derecha-izquierda que no hace muchos ellos sostenían había que superar. El problema, para todos ellos, es que se les ha notado demasiado la sobreactuación, rayando el patetismo, bajo mi punto de vista, en más de una ocasión.
Es muy posible que nadie creyera demasiado posible la consecución de un acuerdo de gobierno y, desde esta perspectiva, consideraran más útil no perder demasiadas plumas entre la militancia partidaria y su electorado más consolidado, ante la hipótesis más probable de una repetición de las elecciones.
Todo esto no debería ser causa de demasiado escándalo. Es posible que sean dinámicas inevitables, en viejas y nuevas políticas, aunque se producen en un escenario nuevo al que todavía no están adaptados ni los partidos políticos ni los votantes.
Desde la izquierda, la fase depresiva en la que parecen sumirse algunos, debería ser superada de forma rápida, dejando de trasmitir a la sociedad la idea falsa  del drama que supone ir unos nuevos comicios en los que se exprese la voluntad popular. Desde la normalidad hay que evitar la abstención que produce inducir más cabreo innecesario, al menos por todo este lío, entre los votantes.

Hacen falta poner de nuevo en circulación propuestas ilusionantes y creíbles, al servicio de los ciudadanos de este país.  Y a trabajar en serio para una correlación de fuerzas más favorable para las izquierdas, o como quieran denominarlo, que permitan formar un gobierno que introduzca un viraje a las políticas de este gobierno y contribuyan, también, a una mejor correlación de fuerzas en la Unión Europea, donde se cuecen muchos de los límites a lo que aquí se puede hacer.




miércoles, 3 de febrero de 2016

Esperamos esperanzados.

Rajoy y su Partido Popular perdieron las elecciones. Los  resultados electorales han dado como resultado una mayor pluralidad en el Parlamento.  La introducción novedosa de fuerzas políticas, aunque no se haya producido  con la potencia que algunos pronosticaban, matizan de forma interesante el panorama bipartidista que hasta hace poco sufríamos. Desde esta nueva perspectiva  ser el partido más votado, no es lo mismo que ganar las elecciones. La renuncia de Rajoy a intentar formar gobierno, por mucho que desde el PP se diga que siguen en el campo de juego, es el reconocimiento del fracaso electoral. La gestión política, el coste para amplias capas de la población, la ausencia de diálogo propiciada por una cómoda mayoría absoluta, así como las continuas noticias que generan la sensación de que la corrupción corrompe hasta el tuétano las estructuras del partido del Gobierno, les hace perder electorado. Seguramente a menor ritmo del que semejante desastre merecería.
A los resultados electorales podrá dárseles las vueltas que se quiera. Pero expresan con claridad la voluntad de cambio por parte del electorado. No es difícil interpretar que la mayoría no está por cambios drásticos, pero si parece que si lo están por castigar y matizar de forma muy importante las políticas que se han practicado. Estoy convencido que se desean cambio de orientación en las políticas económicas y sociales, que se quieren medidas rápidas y urgentes contra la corrupción, que se vaya arreglando la situación en las empresas, que se empiece a crear empleo. Todo el mundo sabe, salvo los irreductibles más fanáticos de la derecha,  que este proceso reformista, esta vez en positivo, no puede ser llevado a cabo con un gobierno liderado por el PP, con o sin Rajoy a la cabeza.
Ahora es Pedro Sánchez quien tiene la responsabilidad de dar respuesta a las demandas regenerativas de los electores. Parece que lo intenta a pesar de las zancadillas y patadas en las espinillas que desde su casa le propinan.  Porque si puede entenderse el hecho de que los potenciales aliados del PSOE se hagan valer y tomen iniciativas con proyección mediática, es del todo incomprensible que los comilitones  de Sánchez que pertenecen a la nobleza partidaria, los barones, sean los que le pongan trabas, con condiciones, alguna de las cuales produce sonrojo, a más sabiendo como muchos de ellos se han mantenido y mantienen en el poder, con pactos de todo pelaje.
Amigos socialistas, apostad por el acuerdo. Necesitamos que paséis de las influencias que muchas momias del pasado quieren influir entre vosotros. Mejor sería que les mandarais a hacer puñetas, pero con que les hagáis oídos sordos y hagáis llegar a vuestras direcciones vuestra opinión puede ser suficiente. España se va a construir mejor desde un gobierno progresista y reformista, con responsabilidad, si, pero también con sensibilidad y flexibilidad.
Amigos podemistas, apostad por el acuerdo. Necesitamos que las líneas rojas sean las menos y que delimiten el bienestar de las personas. El futuro se va construir mejor desde un gobierno que dé un empujón importante a la democratización, a la cohesión social, a las relaciones laborales, sin esperar a las incertidumbres de un nuevo proceso electoral. Corrupción, reforma electoral… Hay mucho margen para la maniobra para esas expectativas moderadas y posibles de cubrir que tiene la mayoría de la población.
Sería deseable que el resto de fuerzas políticas que quieren cambios, que no se identifican con la gestión pepera, que se desmarcan clarmente con la corrupción, entendieran la oportunidad de emprender un nuevo camino y no entorpezcan la investidura de Sánchez ni impidan la configuranción de un gobierno que apueste por interpretar adecuandamente los deseos de la mayoría del pueblo español.

Esperamos esperanzados.